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Reseña Histórica

Los primeros habitantes de Chiloé

El territorio sobre el cual se asienta la actual comuna de Ancud ha estado habitado desde tiempos inmemoriales. Los grupos con mayor presencia en el territorio estaba constituido por grupos nómades dedicados a la caza, la pesca y recolección costera, esto último testificado por numerosos conchales.

Algunos de los grupos indígenas que se localizaron en la isla fueron los Chonos, Poyas, Huilliches, y Cuncos. Los Chonos fueron invadidos y asimilados, en parte, por los Huilliches, provenientes del territorio continental al norte del Canal de Chacao, los que posteriormente se auto denominaron Cuncos.

Conforme a su patrón económico y nivel de estructura social, los Cuncos han sido calificados como pescadores y horticultores agrupados en tribus sedentarias. Se estima que en el Siglo XVI alcanzaban a unas 80.000 personas.

Las principales actividades agrícolas de los Cuncos, consistían en cultivos de papa, el frijol y la quínoa (otros productos como semilla de trigo, cebada, avena, linaza, ajos, cebollas, arvejas, fueron introducidos por los españoles).

Para comunicarse entre las diversas islas y para sus viajes al continente, se servían de pequeñas embarcaciones (bongos y dalcas). Estos antecedentes nos señalan una ocupación costera del archipiélago, con pocos asentamientos permanentes que posibilitaran una estructura social, económica y política, más compleja.

La invasión española

Los primeros reconocimientos a la zona insular a través del mar, fueron realizados por los españoles, a través de los contactos realizados por Alonso de Camargo en el año 1540, y más tarde en 1545, por Francisco de Ulloa. Este último, en expedición hacía al Estrecho de Magallanes, reconoció la costa de la isla y los archipiélagos vecinos, siendo catalogado como descubridor y primer explorador de Chiloé.

Otros viajes fueron el de Juan Ladrilleros en 1557, García Hurtado en 1558 y Martín Ruiz de Gamboa (fundador de la ciudad de Castro) en 1567, quién anexó definitivamente el archipiélago a la Corona Española, con el nombre de Nueva Galicia. La anexión del nuevo territorio, fue relativamente tranquila y sin situaciones bélicas notables, debido a la escasa oposición presentada por los habitantes originarios.

Administrativamente el archipiélago de Chiloé, estuvo desde su descubrimiento bajo la jurisdicción del Reino de Chile. Las dificultades en las comunicaciones y la dependencia establecida a través del Real Situado, generaron su tardía incorporación al Virreinato del Perú (1767).

Desde su conquista hasta 1598, Chiloé se comportó como Frontera Abierta, es decir, espacio en proceso de colonización franco por parte de españoles, los cuales impulsaron nuevas conquistas hacia los territorios australes, lo que afianzaría la expansión y conquista del Estrecho de Magallanes.

La colonia

Desde su conquista en 1567, Chiloé presenta un poblamiento inestable incrementándose desde que se transforma en Frontera Cerrada, luego de la Rebelión General India de 1598 – 1604.

Durante los siglos coloniales la micro región chilota, evidenció una existencia pastoril, determinada por su condición periférica dentro de un esquema político, donde el propio Reino de Chile ocupaba un lugar marginal.

Chiloé se convirtió en el centro para promover nuevos frentes misioneros hacia los canales australes y las comarcas transandinas, a través de la Misión Circular iniciada anualmente por los Jesuitas, sobre todo en los siglos XVII y XVIII.

La vida social, se regía por un paternalismo de corte medieval y la economía no superaba el nivel aldeano dinamizado por la pesca artesanal, la explotación masiva del bosque nativo y las artesanías que sustentaban un comercio muy deficitario con el Perú. Desde Lima se recibía géneros, tabaco, sal, azúcar, añil, agujas, ají y productos europeos a cambio de jamones, ponchos, tejidos, tablas de alerce, ciprés, pescado seco y sardina.

Las comunicaciones se hacían exclusivamente por mar, los caminos interiores de uso estacional, eran inexistentes debido al hacinamiento poblacional en las costas y la densidad del bosque nativo.

El siglo XVII, comienza con un cambio que produce un quiebre en la fisonomía social, cultural, político y económica, esto es el paso de una Frontera Cerrada que significa la ruptura del vínculo con Chile, en el sentido que no sólo recibía el flujo de nuevos inmigrantes españoles, sino que también se impusieron restricciones a la salida de la población asentada en Chiloé.

La característica del siglo XVII es la tendencia al despoblamiento total de españoles e indios, generada por la medida anteriormente señalada (inicio de Frontera Cerrada) que dejaba a Chiloé en la más completa incomunicación, sobreviniendo la extrema pobreza y la exposición constante de los asentamientos a ataques extranjeros, tanto de corsarios como piratas interesados en el territorio.

Sobre la población insular, numerosas peticiones que llegaban al Cabildo de la ciudad de Castro, solicitando el despoblamiento de la isla, pero el criterio estratégico primó en la corte, manifestándose la Corona favorable a la conservación del territorio. El estado posteriormente tomó medidas tendientes a controlar el abandono, prohibiendo licencias a particulares para que dejaran el archipiélago.

Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para impedir la salida, pues había vías marítimas que posibilitaban el embarque de la población en los navíos de comercio, además de la vía terrestre (el camino de Vuriloche) que comunicaba a Chiloé con la comunidad jesuita de Nahuelhuapi, que permaneció transitable hasta 1718.

Así los acontecimientos que se suceden en el XVII nos sitúan en un contexto social donde decae la vida de los asentamientos que ocupan el poco suelo disponible en el archipiélago. Los minifundios con suelos cultivables no son suficientes para la autosustentabilidad del archipiélago, agudizando aún más el problema económico generado, por la imposibilidad de comerciar abiertamente con las demás agrupaciones indianas de la época.

La idea de conservar territorios estratégicos por parte de la Corona española, dará pie a nuevos criterios de fundación, que en la planificación de las futuras ciudades se manifestará desde un principio por su marcado origen defensivo, iniciándose en el siglo XVIII el período de las fortificaciones, siendo este el contexto cultural que enmarca la fundación de Ancud.

Siglo XVIII: Etapa de las fortificaciones, fundación de la ciudad de San Carlos de Ancud.

El siglo XVIII traerá consigo variados intentos ingleses de ocupación de algunas islas, hecho que alarmó a la corona española, comenzando a evaluar el valor estratégico y la indefensión de algunas ciudades, las que determinarán a partir de la segunda mitad del siglo, un proceso de creciente ponderación, concretada tanto en una variada suerte de medidas administrativas, como desde luego, en su fortificación.

Entre las primeras medidas, encontramos la separación de la jurisdicción de Chile y anexión al Virreinato del Perú, efectuada por Real Despacho el 15 de Octubre de 1768.

En el siglo XVIII prosiguen las solicitudes de despoblamiento de la provincia, pero sólo de algunos espacios del territorio, esgrimiendo razones de pobreza, distancia y aislamiento, además del peligro y la inseguridad externa de la Rebelión India de 1712.

A pesar de las emigraciones de españoles, la población se incrementó sobre todo en el grupo mestizo que sumados a los indios, contabilizaban aproximadamente unos 10.000 habitantes a fines de siglo.

En la segunda mitad de este siglo, la Corona trata de conciliar el despoblamiento parcial con un mayor esfuerzo en la conservación de la provincia, hecho que se verifica desde 1768 con la fundación de San Carlos de Ancud, con la fortificación de la Boca del Canal de Chacao y con el cambio de dependencia de Chiloé.

Geopolítica y estratégicamente, Chiloé era la más remota provincia española ultramarina, al ser punto obligado de recalada de las embarcaciones que transitan a través del Estrecho de Magallanes. Por lo anterior, es que los reyes de España aseguraron un punto seguro de recalada para sus naves. Al verificar que ni Chacao, Calbuco, ni Castro, cumplían las condiciones de ser puertos comerciales y militares a la vez, se le encomendó Carlos Beranguer fundar la población de San Carlos, hoy Ancud. Situación que se definió con una real orden de 20 de Agosto de 1767, la cual mandaba ocupar definitivamente aquel puesto y fortificarlo. Para que esta empresa no sufriera retrasos, el Virrey del Perú, procedió a trasladar a los habitantes de Chacao (unos 50 soldados de caballería y sus respectivas familias) a la villa de Ancud el 20 de agosto de 1768.

En los lineamientos planimétricos la traza, debía ofrecerse una disposición simétrica, dividiendo en seudos sectores el estamento militar del civil. Los militares vivían a una distancia de 250 varas del fuerte para facilitar su función en caso de emergencia, en tanto el resto de los vecinos ocupa una llanura que está sólo dividida por un arroyo cercano al mar y contiguo a dos caletas para su tráfico y comercio. Las casas eran en general ocupadas entre noviembre y abril, en el invierno volvían a sus estancias, chozas o a Castro. En la práctica, la traza ortogonal deseada por el fundador se adaptó a la irregularidad del terreno, abandonando la clásica cuadrícula.

En 1787 se construye el Camino de Caicumeo, el cual une Ancud y Castro, siendo el primer intento por ocupar el interior de la isla; se concreta también una de las más importantes medidas estratégicas, la construcción del Camino Real, en 1787, entre las plazas de Valdivia y Chiloé, primeros puertos con los que se encuentra el enemigo luego de doblado el Cabo de Hornos. Esta medida, sirvió para el abastecimiento de ambos lugares a través del poblado de Osorno, el que actuaba como nexo.

Las rigurosas condiciones de clima insular, al igual que la endémica pobreza del territorio fueron en ese momento graves obstáculos para el definitivo poblamiento de Chiloé.

El fuerte Real de San Carlos, se convirtió en un Sistema Articulado de Defensa que se materializó durante el final del siglo XVIII y principios del XIX. El sistema, estaba además constituido por la defensa del Canal de Chacao y el puerto interior de Castro.

El conjunto principal estuvo constituido por el puerto de San Carlos con puestos repartidos en un amplio radio de costas y territorios intermedios, estos son:

  • Fuerte Real (fuerte fundacional de la ciudad de Ancud),
  • Agüi (S. XVIII, emplazada en el ángulo nororiente de la Península de Lacuy),
  • Batería Barcacura (S. XVIII, emplazada para la defensa del surgidero en el extremo sureste de la Punta de Lacuy),
  • Poquillihue (construida entre 1779-1781),
  • El Muelle (1779, ubicada en la parte sureste de la caleta desembarcadero del poblado), Campo Santo (S. XVIII),
  • Fuerte San Antonio (construido en 1820, ubicada frente al Fuerte Agüi),
  • Batería La Corona (S. XVIII, ubicada en el extremo noreste de la Península de Lacuy),
  • Chaicura (S. XVIII) y
  • Batería Punta Teque (cercana al fuerte Real).

Este conjunto, proyectado como un perfecto mecanismo defensivo, tenía sin embargo graves limitaciones, como es el caso de la ubicación del surgidero. Sin embargo, la mayor defensa del conjunto resultaba ser el clima, las corrientes y los obstáculos naturales.

En el contexto general, Chiloé distaba mucho de ser una zona de tránsito, como son normalmente los territorios continentales, ni tampoco una región terminal donde concluyen las oleadas migratorias, por el contrario, se constituyó en un enclave y frontera cerrada, territorio rodeado de pueblos, cuya vida se desenvolvía hacia el interior, en un proceso de continuos intercambios con la población india.

Económicamente Ancud y Chiloé, en general, fueron un verdadero feudo que explotaron los comerciantes de Lima y las primeras autoridades coloniales que gobernaron la provincia. El intercambio de productos como maderas, ponchos, jamones, pescado, mariscos, etc., que se efectuaba en el puerto de Ancud, se convertía en un comercio leonino, producto de un monopolio donde el isleño no podía equilibrar sus gastos con sus ingresos.

Los productos de primera necesidad llegados del Perú, eran cotizados a precios muy altos en proporción al cambio con los productos del archipiélago. Esta situación provocaba que los isleños emigraran temporalmente a otras localidades (Antofagasta, Valparaíso, Valdivia, Magallanes y Argentina), perjudicando la economía doméstica y pública.

El siglo XVIII es de gran importancia, ya que marca otros criterios para el surgimiento de las ciudades, donde el paisaje y las condiciones naturales del lugar elegido eran determinantes. No eran ciudades de un sólo propósito, debían ser más integrales (defensivas y comerciales a la vez). De esta forma, San Carlos se constituyó por sus cualidades naturales en un importante puerto y circuito estratégico de defensa, comenzando los primeros indicios de ocupación de la Península de Lacuy, territorio donde se emplaza la Playa de Lechagua que tendrá una importancia histórica creciente (como fondeadero, puerto y playa).

Siglo XIX: Independencia de Chiloé.

El movimiento revolucionario que venía generándose en Chile cuya primera manifestación práctica fue el 18 de septiembre de 1810, pasó inadvertido en Chiloé por largo tiempo, ya que este territorio estaba padeciendo en grado superior del mismo problema de siglos anteriores, la incomunicación. Hubo temporadas hasta de seis meses y más, en que no arribó un sólo barco mercante al puerto de San Carlos. Esta circunstancia y el sigilo con que procedieron las autoridades realistas en orden a impedir que las noticias revolucionarias las conociera la población, explican esta situación. Sólo entre fines de 1812 y a principios de 1813, Perú, reclutó gente de la isla con la intención de someter Chile y Argentina.

Esta situación dejó al archipiélago con una economía altamente precarizada, el comercio limitó sus transacciones, decayendo a un extremo lamentable por la escasez de naves con que transportar las maderas y productos agrícolas. Bajo el panorama antes descrito, llegó el archipiélago a su independencia, donde Ancud y sus alrededores presenciaron el desarrollo de trascendentes hechos.

Es así, que en 1826 la expedición comandada por el propio Director Supremo Ramón Freire, se apoderó de los fuertes Agüi, Punta Corona y de las posiciones artilladas Chaicura, Balcacura y Puquillihue, hasta conquistar la plaza de San Carlos y provocar la derrota del ejército realista al mando del brigadier español Antonio de Quintanilla.

El 19 de enero se ratificaba la rendición, junto al río San Antonio y el día 22 se proclamó la independencia del archipiélago y su incorporación al territorio nacional. Según la ley promulgada el 30 de agosto de 1826, Chiloé formó una de las 8 provincias en que fue dividido el territorio nacional, involucrando los departamentos de Ancud (capital), Calbuco, Carelmapu, Castro, Chacao, Chonchi, Dalcahue, Lemuy, Quenac y Quinchao. Por Decreto Supremo del 28 de febrero de 1855, los 10 departamentos anteriores quedaron reducidos a 4: Ancud (capital), Castro, Quinchao y Carelmapu.

Chiloé ha soportado postergaciones desde larga data. En poder del Perú, los virreyes la ambicionaron por sus condiciones estratégicas de primer orden; pero la explotaron comercialmente desatendiendo absolutamente los servicios públicos, situación que no se modificó significativamente bajo el dominio del Estado de Chile.

Por lo antes planteado, y por ser Chiloé el puerto más distante del centro administrativo político de la República fue quedando postergado en términos de implementación de los servicios fiscales.

A mediados de siglo, la población de la provincia alcanzaba unos 40.000 habitantes, ocupando las mismas áreas tradicionales, donde un alto porcentaje de población posee tierras, pero limitadas a pequeñas superficies. En el caso de, las tierras boscosas del interior permanecieron desocupadas hasta la mitad del siglo.

El proceso de empequeñecimiento de las propiedades rurales estaba alcanzando su punto más alto, situación que provocó la emigración de chilotes hacia tierras australes, proceso que aumentará en su flujo durante el siglo XX.

Siglo XX: Pérdida del protagonismo político – administrativo y marítimo.

A fines del siglo XIX, cuando el gobierno de la época optó por privilegiar la colonización en el sector de Los Lagos y creó la provincia de Llanquihue (22 de octubre de 1861), con su capital Puerto Montt (ciudad que ya había sido fundada por don Vicente Pérez Rosales en febrero de 1853), provocó un desarrollo explosivo del sector; fundamentalmente constituido por valiosos centros agrícolas. Sin embargo, fue el ferrocarril, en último término, el cual dio el puntapié final para el incremento de capitales y explotación de industrias. Este nuevo medio de transporte permitió unir las riberas del Reloncaví con la frontera araucana y los campos intermedios de Osorno y la Unión.

El comercio del archipiélago orientó sus actividades hacia este puerto y pronto la rapidez de sus comunicaciones con Valdivia, el centro y norte del país, les permitió colocarse en un sitial de privilegio dentro de la red nacional, restándole importancia estratégica y económica al Puerto de Ancud.

Posterior a 1960, con la construcción de la carretera Panamericana que unía los principales puntos del país, la ciudad de Puerto Montt se constituye como un centro económico y comercial de relevancia nacional, rol que se conserva hasta nuestros días.

Otro antecedente que explica la pérdida del protagonismo del puerto comercial de Ancud, ocurrió en 1914 con la apertura del Canal de Panamá, que uniría el Océano Atlántico con el Pacífico, hecho que sólo era posible anteriormente vía Estrecho de Magallanes. Esta situación profundiza el aislamiento de Chiloé.

La pérdida de éste flujo y conexión, causó graves problemas en la economía no sólo de San Carlos de Ancud, sino en todo el archipiélago.

Desde el punto de vista político administrativo, la Provincia de Chiloé ha sufrido constantes transformaciones. Luego de su independencia (1826) y hasta 1853 fue una de las 8 provincias en que fue dividido el Territorio Nacional (limitando por el norte con la provincia de Valdivia y por el sur con el Cabo de Hornos), pero a partir de esta fecha, una serie de decretos cambiaron sus límites naturales llevándola hasta lo que es hoy.

Los departamentos de Ancud, Calbuco, Carelmapu, Castro, Quinchao, Chonchi, Dalcahue, Lemuy y Quenac, que por ley del 30 de agosto de 1830 constituían la provincia en su parte continental e isleña, quedaron reducidas a sólo 5: Calbuco, Carelmapu, Ancud, Castro y Quinchao.

La división inconsulta que se hizo del territorio chileno por el decreto con fuerza de ley N° 8582 del 30 de diciembre de 1927, altera definitivamente su fisonomía administrativa y política, refundiéndola con Llanquihue en una sola entidad, llamada Chiloé, recuperando sus antiguos territorios coloniales, pero perdiendo su histórica Capital, quedando Ancud convertida en una Gobernación.

Ancud, vuelve a recuperar la condición de capital para perderla nuevamente en 1976, situación que será definitiva con la nueva Regionalización de 1979, que deja a Puerto Montt como Capital Regional y a Castro como Capital Provincial.

Fuente: Informe final Actualización del plan de desarrollo comunal de Ancud, 2014-2018

Imágenes: Aporte de la Familia Cea Miranda. Autor: Héctor Cea Bittner (https://www.enterreno.com/)

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